miércoles, 31 de diciembre de 2014

Así de oscuro y claro.*


Pasan el tiempo, 
los meses, las experiencias, 
y todas todas las desilusiones 
siempre llegan juntas. 

Mejor así,
porque vivir mucho poco a poco,
suele,
por experiencia propia,
costar más que vivirlo todo de golpe... 

Es sencillo,
tan fácil como armar el corazón 
de aleación de plomo, 
para que se sienta pesado 
y no quiera volar... 

Y forjar el cerebro
de espejos de agua
para rebotar ideas falsas
y aceptar las que,
tan y tan cristalinas
como el agua misma,
logren pasar a ser inteligentes. 

Y decir que sí,
que amo mis principios
por encima de todo 
y que tanto el amor a mi tierra,
como el amor a mi familia
y amigos nunca deberán
ser vulnerados en mi presencia
si no se quiere ver el río
correr del color
tan intenso escarlata
que tiene toda sangre humana... 

A pesar de todo, la opinión personal, 
puede ser el escudo de acusaciones, 
insultos o maltratos verbales
que usan los cobardes,
y que a menudo la sociedad
ha llegado a acostumbrarse 
a usar sin haber
pensado antes en las consecuencias
que eso conlleva al fin y al cabo... 

Debo decir que,
si la libertad de expresión
consiste en atentar contra otros
siendo invulnerable, 
es un derecho que nunca se debió 
de dar a nadie
a quién lata el corazón... 

Y que la empatía se pierda,
suele hacer, a nosotros,
pobres seres empáticos,
sentirnos inútiles
frente a diversas situaciones,
se ve raro hoy en día
que una persona antes piense
lo que diga para no herir
a nadie en ningun momento, 
y pensar en los demás
se ha convertido en una especie
de friquismo extraño 
que la egoísta masa popular
no consigue de ninguna manera
comprender... 

Y llegamos al porqué... 

Pues no lo sé, lo desconozco, 
no soy el dueño
de las respuestas. 

Estoy seguro
que el mundo
no cambiará nunca,
y siempre irá a peor,
hasta el mismo punto
en el que el odio
sea normal,
y el altruismo,
la prepotencia, 
la despreocupación
y el egoísmo
sean cotidianos,
y que los valores 
y principios
que realmente valen 
se pierdan
en la niebla
de la ignorancia.


Mazzu Saintz.*

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