El fin.*

El primer amor,
el primer beso, 
eso es lo que piensa
el anciano en su lecho. 

La soledad y la tristeza
le invaden en éste momento... 

Ya no está ninguna de sus amadas,
ninguno de sus hijos ya le acompaña,
sólo está un perro fiel que,

como el dueño,
poco a poco se da cuenta
que su vida fué sólo un sueño... 

El viejo, sentado en un sillón
con la expresión
como de esperar a alguien,
no está inquieto,
no está nervioso, 

no está temeroso... 

Ha visto irse a mucha gente. 

Se fueron sus padres,
algunos hermanos,
se fué su esposa, 

sus amigos en vano,
su mejor amigo
y alguien lejano... 

Sabe ya el camino, sabe como es todo. 

Le entran, de repente,
sudores y miedo. 

La muerte. 

Recuerda de pequeño
pensar en éste momento,
pincelar suavemente con la imaginación 

como sería, sin aprobación... 

Era un tabú, algo inexplicable... 

¿La muerte? 

¡La muerte! 

La muerte... 

No sabe qué hacer,
pero el temor
y el terror le aguardan... 

Ha notado cómo la puerta cerrada se abría...
Ha notado cómo las ventanas balanceaban,
ha notado cómo su su perro fiel y querido
de respirar dejaba,
y cómo el jarrón florido
al suelo caía y se resquebrajaba... 

Ha notado cómo las nubes el Sol le tapaban,
ha notado cómo las pulgas del perro
sobre él saltaban, 

ha notado la brisa del viento,
por su cuello gotas de agua salada resbalaban
y cómo sus oídos poco a poco le fallaban... 

La muerte frente a él se materializaba. 

Notaba cómo en la butaca,
un hueco se formaba
y cómo su taza de té

suavemente sola se levantaba... 

Notaba el tragar de la muerte cansada, 

y el olor que ésta en la taza dejaba. 

Notó como marcas de huesos
en la tapicería se expresaban,
y cómo una mano despellejada y fría
sobre su espalda se reposaba
y cómo al oído alguien le susurraba
algo que desconocía
o no quizás no recordaba... 

Notaba lo que se siente 

antes que la muerte
para el otro mundo se le llevara... 

Notaba cómo la muerte se preparaba.

Mazzu Saintz.*